Los fríos números hablan de que el Sevilla, ya sin su mejor director deportivo posible, con el entrenador enfermo y apartado de la actividad temporalmente, y con uno de sus pilares en la plantilla castigado sin aparente solución beneficiosa, marcha quinto en la clasificación de la Liga, a tres puntos del cuarto puesto, clasificados para los octavos de final de la Champions League y para los de la Copa del Rey. Sin embargo, las calientes sensaciones, secundarias pero básicas en los análisis para tratar de anticiparse al futuro, hablan de un equipo tremendamente blando en defensa –aspecto clave para cualquier objetivo serio–, inocente hasta la desesperación en su forma de atacar –rayando lo indignante fuera de casa– y asombrosamente débil en lo físico frente a cualquier rival que tenga en frente.