La deficiente plantilla del Sevilla, diseñada por Óscar Arias con el plácet de José Castro, venía dejando señales. Algunas muy nítidas, otras más veladas. Precisamente esas señales constantes han servido de analgésico para muchos sevillistas que «ya veían venir» lo ocurrido en la noche de la Epifanía. De otro modo habría sido mucho más humillante y vergonzosa la inédita goleada encajada ante el eterno rival, que venía preparando su derbi desde el verano, mientras el Sevilla lo afrontó enredado en cuitas sobre el cambio de entrenador, el problema disciplinario de N’Zonzi, la necesidad de reforzar la plantilla y la Copa del Rey, banco de prueba de un Vincenzo Montella que ahora debe recuperar un crédito que tampoco le sobraba al llegar.