Roque Mesa fue un muñequito de tarta al que el partido le pasó por encima -nunca mejor dicho con el fútbol directo del Eibar-, mientras Banega en un rato demostró que sin él no hay Sevilla. Nadie podía imaginar que el rosarino, por ser un jugador de corte exquisito, podía ser el que sostiene a este equipo, el que une las líneas tanto en ataque como en defensa. Sin él y sin Franco Vázquez el Sevilla ni es capaz de recuperar la posesión ni de estirarse como equipo.
Perdón, está GANSO