Había añadido Jaime Latre cuatro minutos a un partido agónico. Cuatro larguísimos minutos que fueron el papiro donde recitó su reestrenada carta de presentación quien no necesita ser presentado en Nervión, Joaquín Caparrós Camino. Había ganado una falta a favor Sandro tras pelear una pelota que parecía imposible y se leyó en los labios del utrerano una frase que suena a gloria en muchos sevillistas que echaban de menos ese toque de bilardismo: «No se juega más, no se juega más». Luego llegó una tangana por un manotazo de Willian José a Mercado. Fue el epílogo del sufrimiento, la última falta colgada sobre David Soria. Pitó el árbitro el final y respiró Nervión, con un nombre en la boca de todos.