Sin caer en las falsas bonanzas de un engañoso 4-0, por la escasa entidad del adversario, sí se pueden, en cambio, esbozar valoraciones reales de la idea que va construyendo Machín para su Sevilla. Un Sevilla que entierra, por fin, la posesión absurda y el estéril toque de la pelota para decantarse por un fútbol vertical y directo, basado en la apertura del campo con sus carrileros largos, en los amplios cambios de orientación y en profundos pases interiores que buscan a los hombres de ataque.