El Sevilla no gana para disgustos en las supercopas. Si tiró de forma lastimosa la de Europa en 2016 en Trondheim ante el Madrid y vio cómo Pedro le quitaba in extremis la de 2015 en Tiflis (amén de la de España en 2010 tras ganar la ida 3-1 y rotar en la vuelta por la Champions), esta vez un buen partido en líneas generales fue destrozado en diez minutos fatídicos con una desaplicación de Franco Vázquez y Escudero y un penalti lastimosamente errado por Ben Yedder en el 91’. Crueldad. El castigo del fútbol en forma de zapatazo de Dembele en el 78’ y esa pena máxima, nunca mejor dicho, que no lanzó Banega y sí Ben Yedder.