Alrededor de una cuarta parte de las 45.000 personas que acudieron fueron víctimas poco antes del pitido inicial de Del Cerro Grande de una avalancha, que se saldó sin incidentes por algún tipo de indulgencia divina. La desesperación comenzó a apoderarse de quien había abonado 500 dirhams (50 euros) para ver en directo al campeón de La Liga en uno de los costados del estadio. Se produjeron un par de discusiones a escasos cincuenta metros de la zona de los tornos. Más allá el griterío en dariya era tan incensante como ininteligible para los aficionados llegados del sur de Europa y el resto de enclaves. Fue entonces cuando una turba compuesta por millares de personas dio al traste con el perímetro de vallado exterior. La emprendieron a empellones con el cerco hasta derribarlo. Acto seguido, comenzaron a saltar el vallado metálico del estadio ante la mirada incrédula e impávida de los agentes de la policía marroquí. Ningún agente de uniforme hizo ademán de frenar lo que supuso un asalto. Sin registros en el primero de los accesos, la opción ya en este punto se había disipado.