Asquerosamente repugnante

Babá Diawará no asaltó las oficinas del Ramón Sánchez Pizjuán con una pistola para que lo ficharan por el Sevilla FC. Tampoco chantajeó ni manipuló a nadie para que se pagasen casi 4 millones de euros por su traspaso. Por lo cual, en el fracaso de su fichaje (y esto no es una opinión, porque son sus números los que lo dicen) el único que no tiene culpa alguna es el propio Babá Diawará. O al menos, el que menos culpa tiene y con mucha diferencia.

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