Sólo le faltaría al entrenador del Sevilla tener que invitar hoy a cenar a los 23 miembros de la primera plantilla, su cuerpo técnico y el clásico espabilao que aparece cuando las viandas comienzan a copar la mesa. Es Nochebuena y Pablo Machín está cocinando el pavo. Este pequeño guiño no es más que un ejemplo de lo poco que le queda por hacer al soriano desde que es entrenador nervionense. Se cierra 2018 con sensaciones muy positivas en lo deportivo, con el equipo metido en la pomada del campeonato -con su objetivo evidente por la Champions, no LaLiga-, jugadores que crecen con el paso de las jornadas y la absoluta certeza de que el club ha hallado la piedra filosofal sobre la que se vertebra cualquier proyecto: un buen entrenador.
