El 22 de noviembre de 2003, en el vuelo de Iberia en el que viajaba el Sevilla de Joaquín Caparrós con destino a Barcelona, José Antonio Reyes miró hacia atrás y con la gracia y el desparpajo de un adolescente convertido en el ídolo del sevillismo se acercó al periodista de ABC y le comentó: «Al que viene conmigo hay que intentar ayudarlo. Va a ser una máquina. Y, además, ayer fue su cumpleaños».