Pablo Machín se relaja con amigos ajenos al fútbol, vecinos de la urbanización de Condequinto, jugando interminables partidos de pádel en un club especializado de la vecina ciudad de Dos Hermanas. Dicen que el míster sevillista es un consumado jugador, un gran doblista que aprieta los dientes y apura al límite los partidos. Ahí descarga adrenalina y las malas energías que se pegan como lombrices tras una derrota. Y son muchas ya la que acumula el Sevilla lejos de Nervión en lo que va de año. Pero el entrenador de Soria le ha dicho a Castro y a Caparrós que está preparado para sacar un barco que ahora mismo hace aguas cuando no hace ni tres meses iba viento en popa y a toda vela.