El Sevilla no tiene la mejor plantilla de la Liga, pero sí una de las mejores. Joaquín Caparrós repitió ante el Valencia lo que funcionó ante el Espanyol y calcó tanto protagonistas como estrategia operativa desdeñando, entre otras cosas, la labor de los analistas de Marcelino. Le salió mal la jugada y provocó el enfado de la afición. Pero ante el Alavés tiró de plantilla. Es verdad que algunos cambios fueron obligados, por lesiones o sanciones, pero otros no y el Sevilla se midió a su rival intersemanal con seis cambios con respecto al domingo. Y eso es diversidad, eso es plantilla, para doblegar al enemigo con otros registros. Apareció Sarabia, ese mago que que saca su varita allá donde juegue, en la banda, en la mediapunta o de segundo delantero y fue Franco Vázquez el que interpretó ese fútbol de extremo falso con que Caparrós quiere ganar la batalla del físico en los pasillos centrales, recurso que ante el Valencia con Banega se le volvió en contra al experimentado entrenador utrerano.
