Jugar más de media hora con un futbolista más resta algo de mérito al positivo desarrollo del Sevilla en El Sadar. Buen partido en cierto sentido, no en todos, porque al equipo de Julen Lopetegui le faltó ramatar la faena que había ideado Banega templando a esa fiera corrupia que era un dinámico, presionante y agresivo Osasuna que se benefició de la permisividad de Estrada Fernández hasta que Oier, quizá en las jugadas más tontas, vio dos tarjetas amarillas casi consecutivas. El equipo rojillo casi estaba decantando de su lado el partido entre empellones, entradas a los tobillos y empuje viril ante un Sevilla con varios jugadores muy justos de fuerzas, como Fernando o Jesús Navas, y otros que no le cogieron el tino al partido, como Joan Jordán, Diego Carlos u Óliver Torres, que sólo pudo sacar su fútbol cuando respiró ya con uno más sobre el campo.