Esperanza, expectativa, incertidumbre… Es difícil medir qué sensación tiene el sevillismo sobre lo que le puede ofrecer el Sevilla en 2020. Pero es difícil cuestionar que las apuestas de Monchi en Julen Lopetegui y en la revolucionada plantilla que configuró entre la primavera y el verano del año que se va están bien ratificadas por dos datos objetivos irrefutables: el tercer puesto en la tabla y el estatus de ser el mejor visitante de la Liga. Aunque, igual que hay datos objetivos incuestionables en lo positivo, hay otras cuestiones que pueden llevar a la inquietud ante lo que puede deparar la segunda parte de la temporada: las deficiencias de la delantera y los bajones de rendimiento tras el solsticio invernal en las tres campañas precedentes. Y ahí está la madre del cordero, si el Sevilla, con estos mimbres y esta delantera tan poco eficaz, será capaz de mantener el listón alto en la Liga y competir en unas eliminatorias cada vez más exigentes. Ahí está la disyuntiva entre la esperanza y la incertidumbre con la que el Sevilla llega a 2020.