La historia moderna del Sevilla, club que ayer sopló 130 velas, colocará a Éver Maximiliano David Banega Hernández en el lugar que le corresponde. Un futbolista diferente. Su talante reservado, siempre alejándose del foco mediático, contrasta con esa media sonrisa de sobrado cuando tiene la pelota en los pies, como si todavía jugase en una plazoleta de su Rosario natal, tomando unos riesgos que sólo pueden llevarlos a cabo los elegidos, esos peloteros con un aura especial para hacer lo que le venga en gana y cuando les dé la gana. El número 10 se le queda incluso pequeño en la camiseta. El Banega del Sevilla ha superado cualquier expectativa, por alta que se tuviera cuando Monchi lo rescató de los escombros de Mestalla. Y todo esto enmarcado en una primera salida y otra futura en junio que dejan en la grada el sabor agridulce de sentirse abandonada por dos veces. Sin embargo, disfrutar durante cinco temporadas del argentino es un regalo imperecedero para los ojos de todos y cada uno de los sevillistas.