Está tan frágil su estado de ánimo, su confianza, y tan poca su fe en ir a por el rival asumiendo ciertos riesgos, sobre todo cuando el enemigo es peor que él, que ahora mismo el Sevilla es un equipo atenazado, maniatado por sus propios miedos y en muchos tramos de los encuentros colocado en las manos del destino, cuando no del rival, en vez de manejarlo él. Quizás el punto de inflexión que necesita el Sevilla para salir del agujero, como todo equipo en crisis, no llegó en el 83′, cuando empató, sino diez minutos antes, cuando Lopetegui dio rienda suelta al Sevilla, tanto en los laterales como arriba. Dejó de bailar un vals para poner rock and roll. Ahora falta darle un poco más de volumen, porque el rock and roll se escucha en alto. En sus manos está.