Cuando los números son muy buenos, y las sensaciones, mejores, la mezcla, normalmente, es sinónimo de éxito. Al Sevilla le queda poco, muy poco. Le falta el último empujoncito, el pasito definitivo que le permita colocarse de nuevo entre los mejores de Europa, el escenario idóneo para luchar contra la fractura económica que ha generado la crisis del coronavirus y el regalo perfecto para una hinchada satisfecha e ilusionada con los suyos. Apenas quedan tres partidos y la diferencia de seis puntos con el quinto, el Villarreal, invita a pensar que ya queda menos, mucho menos. Pero nadie en el Sevilla quiere confianzas y su entrenador, Lopetegui, se ha encargado de decirlo hasta la saciedad a sus jugadores.