Por hechos como el que protagonizó el Sevilla en su primer partido europeo de la temporada en casa el fútbol es tan seductor. Y también tan puñetero. Si hablamos de baloncesto, el partido acaba 100-75. O mejor dicho, 70-45, vistas las limitaciones sevillistas para convertir. Pero en este deporte, como diría el tal Perogrullo, se trata de hacer un gol más que el de enfrente. Y el gol no abunda en la valija de los de Nervión. Un equipo que necesita 23 remates para batir a un portero no parece tan bueno. Pero este Sevilla lo es. Es un equipo realmente bueno. Ante un Rennes cierto que disminuido por las bajas de Camavinga y Nzonzi, fue un torbellino de ataques construidos con precisión de cirujano. Pero 21 de ellos se fueron por el sumidero.