Nos situamos en la tercera jornada tras el confinamiento. Salida del Ramón Sánchez-Pizjuán tras un duelo ante el Barcelona en mitad del mes de junio. Calorín. Un grupo de periodistas, ataviados con mascarilla, bote de gel entre nuestras pertenencias y muchas ganas de debatir sobre fútbol tras un buen partido de los hombres de Lopetegui, nos encontramos con el director deportivo del Sevilla antes de montarse en su coche. Un par de minutos de conversación. El tema de la noche era Diego Carlos y aquella entrada a Messi que tanto dio que hablar. En un fotograma le rompía la pierna; en otro, se la quitaba limpiamente. Por aquel entonces todavía el brasileño era el central de moda. «El central francés tampoco es malo, ¿verdad?», afirmó con una sonrisa escondida tras la mascarilla Monchi (se le podía apreciar en los signos de expresión junto a sus ojos). Jules Koundé comenzaba a crecer. Partido a partido. Ya se había asentado en el equipo. Tras el confinamiento, el joven defensor despegó montado en un cohete propulsado por su capacidad y confianza y se ha propuesto no bajarse de él hasta ser, sin ningún tipo de dudas, uno de los mejores centrales del mundo.