La presentación de Idrissi fue otro rollo. En los doce minutos que jugó dibujó dos carreras vertiginosas en las que fue desbordando por velocidad, pero también por sus regates gestados sobre la marcha, subido a la moto. Parece el marroquí de origen holandés un jugador distinto a lo mucho y bueno de que dispone Lopetegui. Un regateador de los que rompen guiones con la pelota cosida. Mientras Bryan Gil madura por días en la banda izquierda de Ipurua –en el Eibar-Getafe fue el mejor–, con Idrissi sonó otra nota distinta en una partitura monocorde. La nota de los regateadores, esa especie en extinción.