El legado de Diego pervive en Nervión. Y es un legado alejado del ruido mediático. En la intimidad de la ciudad deportiva, sobre el mismo terreno que Maradona holló entre octubre de 1992 y junio de 1993, el Sevilla guardó un respetuoso y sentido minuto de silencio en memoria del que fue su capitán en aquel año de altísimas expectativas y final decepcionante. Diego jugó una treintena de partidos como sevillista, siempre con el brazalete azul en el brazo. Y vio más tarjetas amarillas en los 26 partidos de Liga que jugó, seis, que goles marcó, cinco, dos de ellos de penalti. También hizo otros dos en la Copa, en la que jugó cuatro partidos más. Sin embargo, sólo había que escuchar a Monchi dirigirse ayer a la plantilla sobre el círculo central para comprender lo qué significó.