Por potencial, por dinámicas, por sensaciones, el Sevilla es claro favorito en el derbi que se anuncia para este sábado cuando béticos y sevillistas aún estén apurando la sobremesa, a las cuatro y cuarto de la tarde. Encima, esta vez no actuará un factor que ha solido abrir los partidos de este pelaje en los que el local aparecía como víctima propiciatoria: el ardiente público. Si el sevillano siempre fue pasional con los suyos, redobla su ímpetu si el vecino está enfrente. Y esta vez, las gradas del Benito Villamarín estarán vacías. Silentes. Como sucede en Primera División, por las restricciones obligadas para frenar la Covid-19, desde aquel 11 de junio en que jugaron en el Ramón Sánchez-Pizjuán… los mismos protagonistas que lo harán en apenas dos días. Pinta mal para el Betis, pero al fin y al cabo, se trata de un derbi. De un partido en el que la lógica se va por el sumidero a menudo por lo mucho que juegan los intangibles.