A las 22.46 ya sabía que le tocaba. No recordaba la última vez que había tirado un penalti. Pero el ánimo de su amigo («hermano», como él lo llamada) de Sergio Ramos y las sensaciones que estaba experimentado en ese momento lo encaminaron al punto de penalti. ¡Gol…..! España se metía con el tanto de Jesús Navas en la final de la Copa Confederaciones y el de Los Palacios, en un estadio de absoluta histeria colectiva, se fue al córner. Saltó con el alma y puso su nombre y apellido para siempre en la historia del fútbol español.