Cuando allá por 2006 y 2007, el Sevilla lo ganaba (casi) todo y llevaba a cabo aquel fútbol imperial que nos dejaba con la boca abierta, en mis momentos de lucidez, de objetividad, sólo pedía que, cuando pasara esa maravillosa etapa, el club fuera capaz de aprovechar el tirón para dar un salto cualitativo que perdurara en el tiempo.