En el Sevilla no se ha tenido claro si era más importante revalorizar o competir. O sí. Apostar incluso a golpe de talonario por futbolistas jóvenes, que en una temporada podían triplicar o cuadruplicar su cotización, ha sido una prioridad casi enfermiza. A veces ha salido bien pero pagando un precio peligroso en la clasificación, que ahora hace coincidir al que menos puntos tiene con el que más baja edad promedia. El verano sirvió para que Monchi tuviera la oportunidad de limpiar su reputación e ilusionó tanto que en un mes subió del infierno a los altares con una mezcla de jugadores contrastados pero jóvenes junto a internacionalitos prestos para esa rampa de lanzamiento con padrino -el que elige quién sí y quién no- con el que sueña cualquier canterano.