Cuando Carlos Bacca, de 27 años, cerró su contratación con el Sevilla en el mercado veraniego, la mayoría de aficionados se preguntó quién era aquel delantero que tantos goles había anotado para el Brujas belga y que tan buena pinta tenía en los vídeos de la red sobre sus jugadas en la Jupiler League. Sin embargo, había cierto recelo por ver cómo se iba a adaptar a la exigencia de la Liga española, y si iba a poder justificar sobre el campo los siete millones de euros que el club de Nervión pagó por sus servicios.