A Monchi se le presentaba una complicada papeleta el pasado verano. En pleno proceso de reconstrucción, la misión más ardua no era otra que encontrar ese bien tan preciado en el fútbol: gol. Obligado a vender, el club sevillista se desprendía de Negredo, máximo goleador nacional de la pasada Liga, y de su mejor asistente, Jesús Navas. Pero hasta la fecha, la producción ofensiva del equipo adiestrado por Emery es tal que casi nadie les echa de menos. Y todo ello gracias, principalmente, a dos nombres propios: Carlos Bacca y Kévin Gameiro. Al César lo que es del César. Y es que, a día de hoy, la incorporación de ambos es un acierto que debe ser apuntado en el balance del director deportivo.