Un sevillismo que se desgaja entre los títulos y las condenas

Como si fuera un velatorio. Los aledaños del estadio Ramón Sánchez Pizjuán, tan bulliciosos en previas de partido, sólo se nutrían de susurros, interrumpidos únicamente por el correteo de más de una decena de cámaras que deambulaban de la entrada a la parte noble del club –a captar, por ejemplo, el regreso de José María Cruz– y la puerta número 4, donde entran los vehículos oficiales de directivos y jugadores. Era un entierro para los más veteranos que copan los bancos cercanos a la Bombonera –algunos afiliados al club de Fieles de Nervión, es decir, socios de carnet con más de 25 años de antigüedad– que no entienden de jueces, condenas de entrada en prisión, sino del fin del presidente de los seis títulos.

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