Los aficionados radicales, la misma palabra los define, son los que en teoría (y tan en teoría) más sienten los colores, el escudo o cualquier símbolo que se tercie. Ellos animan cuando los demás se desaniman, ellos dirigen el coro de cánticos, ellos marcan el ritmo de las palmas y ellos crean rimas para honrar a sus héroes. Hasta aquí, todo perfecto, la vida es maravillosa y qué sería del Sánchez-Pizjuán sin ellos. Pero a los radicales, y también es inherente a su condición, les da mucho coraje el punto intermedio.