Que el Ramón Sánchez-Pizjuán sea uno de los estadios más denunciados en la nueva cruzada de la LFP contra la violencia (verbal) en los recintos deportivos se trasladó el domingo también a El Madrigal, donde se impidió, entre otras cosas, a los aficionados sevillistas lucir banderas del centenario o incluso cantar. Quizá fue la gota que colmó la paciencia del club y el máximo dirigente de la entidad hispalense, José Castro, que ayer acudió a la reunión de la LFP, le hizo ver su parecer al director de seguridad de la Liga por el exceso de celo especialmente visible con el Sevilla.