Cuentas las lenguas antiguas (como diría el Arrebato en su célebre himno del Centenario) que el título más grande que podía tener no hace mucho el sevillista era precisamente ese: el ser sevillista. No había para mucho más. Ni falta que haría, diría el que nunca antes conoció el éxito… El Sevilla nadaba en tierra de nadie.