El monumental cabreo con el que los sevillistas abandonaban el Sánchez-Pizjuán no puede tapar que Madrid y Barça ya no se pasean por Nervión. Hubo dureza, pero no marrullería, salvo por Cesc.
El monumental cabreo con el que los sevillistas abandonaban el Sánchez-Pizjuán no puede tapar que Madrid y Barça ya no se pasean por Nervión. Hubo dureza, pero no marrullería, salvo por Cesc.