Se generó entonces una especie de clima de frustración, injustificado, sobre un equipo y un entrenador que sólo tres meses antes habían alzado el título de la Liga Europa a los cielos de Turín. Un extraño ambiente de desencanto entre muchos sevillistas que venía gestándose, en cualquier caso, durante gran parte del verano… veían quizá que la plantilla perdía efectivos importantes y la planificación del club no terminaba de sustituir las piezas con la celeridad deseada.