El Betis no tiró a la portería de Sergio Rico, el Sevilla dispuso de dos claras ocasiones ante Adán, mal resueltas por Gameiro. Pero no pusieron más los sevillistas que los béticos por llevarse el partido. El control de la situación, la capacidad para llevar el guión según tus intereses, fue más de los verdiblancos que de los de rojo. La clave, para los de Nervión, era imponer su evidente superioridad técnica. Y no lo hicieron porque no jugaron con la sangre hirviendo, que diría Joaquín Caparrós, el que algún derbi ganó desde el banquillo calentando los corazones de su tropa ante un Betis superior, entonces, cuando de tocar la pelota se trataba. Ayer, los papeles se intercambiaron.