Fue un derbi atípico. Descafeinado. De hecho no parecía un Betis-Sevilla. Tuvo mucho culpa, lógicamente, que se jugara en un 6 de enero. Por mucho que el fútbol tire, la ilusión de los más pequeños por los Reyes Magos hizo mella. Pero no fue el único motivo. Ni mucho menos. Influyó y mucho que los socios béticos tuvieran que pagar y también la situación deportiva de los verdiblancos. Uniendo todo eso, y teniendo en cuenta que al Sevilla se le facilitaron 1.100 localidades, la entrada fue muy pobre. Sólo estuvieron presentes en el Benito Villamarín 36.832 y, además, la mayoría llegó a última hora.