Mezcla de objetos, colores o ideas diferentes sin ningún orden. Es la definición de «pastiche». Que fue lo que saltó a Cornellà, vestido de rojo, a cubrir el expediente. A jugar porque no quedaba otra. A salir del paso en una molesta cita incrustada entre dos partidos de postín. Unai Emery compuso un once de retales, condicionado puntada a puntada por el posible equipo -y el banquillo- de la vuelta ante el Shakhtar del próximo jueves en Nervión. Y no es que los actores sevillistas jugaran en modo amistoso. No fue así. Le pusieron voluntad. Tanto los suplentes (Cristóforo, Iborra, Llorente…), como los dos jugadores de relleno que volvieron en invierno (Fazio y Diogo), como los chavales del filial (Matos, Cotán, Curro) salieron con ganas y tensión. Pero la rebaja de calidad general, la necesidad del Espanyol y la fogosidad que empleó ya con 1-0 acabó derivando el partido hacia lo inevitable: que el once de rojo acabara descosiéndose por la intensidad del anfitrión.