Jugar en San Mamés siempre tuvo una química distinta. Allí reposan las esencias del fútbol de siempre. La Catedral es pura historia. Y más que lo será cuando se consuma esta temporada y las excavadoras se planten ante el vetusto estadio, el único de España que ha acogido todos los campeonatos de Primera. Por ello, el Athletic-Sevilla de ayer no fue un Athletic-Sevilla más. Fue el último en ese templo.