Como Martin Luther King, Jorge Sampaoli tiene un sueño. Al pastor protestante -bautista siendo puristas- lo mató la sinrazón del miedo al otro y su sueño lo vio cumplido desde la otra vida. Al entrenador argentino no lo va a matar el Barcelona, pero sabe que sólo llevando a rajatabla el dictamen de su idea puede salir vivo, futbolísticamente, del envite contra el coloso azulgrana. Evidentemente, es menos temerario arriesgar en un contexto futbolístico que en el de aquellos convulsos años 60 de un país aún carcomido por el racismo más irracional, si es que hay algún racismo racional, por lo que habría que hablar más de rendición que de muerte. Y para evitar la rendición, el único camino es seguir la bandera del entusiasmo.