Su historia es la de una vida pegada a una pelota. Sus jugadas de fantasía en el campo tienen una explicación, o, mejor dicho, muchas explicaciones. El balón era su amigo, el amigo que iba con él a todos sitios. Lo cuida, lo mima, le habla, le susurra mientras lo acaricia… y juega, siempre jugar. Otra parte de su secreto está en el fútbol sala, que compaginó con el fútbol hasta casi su llegada al profesionalismo. Y otra, la más decisiva, está en la pasión que le pone al fútbol, una pasión que no reside en sus piernas sino que emana de su cabeza. Ama el balón y por eso no se preocupó quizá tanto de cultivar otras virtudes también necesarias.