Las cosas no han cambiado demasiado por San Sebastián y Sevilla desde febrero, cuando Míchel debutó en el banquillo sevillista en Anoeta. Por aquel entonces, la Real se gustaba en la mitad de la tabla y los hispalenses depositaban en el madrileño sus esperanzas para remontar un vuelo que Marcelino García Toral no había podido levantar. Igual que antes Manzano o Álvarez. Hoy, diez meses después, Míchel retorna a San Sebastián con un Sevilla sumido en una crisis aún peor y que alcanza a todas las áreas: la deportiva (con el equipo 13º tras el 9º puesto del curso anterior), la económica (con la necesidad imperiosa de vender estrellas de forma inminente) y la social (con cada vez menos público en el Pizjuán y gran parte del mismo abroncando al palco).