La segunda parte sobró en Mendizorroza. Sobró, al menos, para un Sevilla que le cogió asco y que negó sus ideas ante el Alavés justo cuando mejor se le había puesto el duelo para tratar de sentenciarlo. Estaba todo de cara. Y sólo faltaba apuntillar a los de Vitoria para recibir los elogios de sus aficionados por la que hubiera sido la sexta victoria consecutiva y el análisis lleno de halagos de los medios nacionales e internacionales por seguir erre que erre presionando a Barcelona y Madrid.
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