«Los putos mareos “Toba”, otra vez los putos mareos…». Eso es lo que me decías la última vez que bajaste las escaleras de túnel de acceso al vestuario de nuestro Sánchez Pizjuán, momentos después de haberte mareado en aquel fatídico partido de Liga contra el Getafe, e instantes antes de desplomarte nuevamente al llegar a tu taquilla, ya dentro del corazón del templo sevillista.
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