Álvaro Negredo regresa a uno de los sitios en los que despierta más animadversión, quizá el que más. La Romareda recibe de uñas a un futbolista que estuvo a punto de firmar con el Zaragoza y que, en cuestión de horas, dio un giro sustancial a su destino para recalar en Nervión. Ocurrió durante la ajetreada tarde del 19 de agosto de 2009. Con Agapito Iglesias esperando intercambiar los documentos entre Real Madrid y Zaragoza para confirmar el acuerdo oficial por su fichaje, la oferta del Sevilla igualando la de los maños supuso un cambio de rumbo que fue tomado allí como una traición.