Que levante la mano al que le haya sorprendido la derrota del Sevilla esta tarde. O, bueno, para no hacer el panoli delante del móvil, la tablet o el portatil, que le dé like en las redes sociales a este artículo. Lo normal es que se quede en blanco. Porque, quien conoce el Sevilla en profundidad, ya sabía el miércoles, tras el estúpido sainete perpetrado ante el Chelsea, que todos esos cambios en el once pensando en el Real Madrid sólo conducían a un camino: caer ante ese equipo de Zidane, que no es ni carne ni pescado, pero al que en el Sánchez-Pizjuán se le ha puesto esta tarde (como hace un año) una alfombra blanca (o negra como su camiseta) para que salga de la crisis y afronte con ciertas esperanzas ese duelo ante el Borussia. Los alemanes no serán tan amigables. Debe ser que en el Sur, ya que viene la Navidad, les ha dado por abrazar al enemigo. A uno de esos que por Nervión no se le da ni agua. Dios dijo hermanos, no primos.