Ayer quedó claro que Unai Emery va a apelar al doble pivote defensivo fuera de casa por norma y que en casa, dependiendo de la enjundia del visitante, prescindirá de uno de ellos para retrasar a Rakitic, como en el brillante mediodía de Getafe. Pero adelantar al suizo-croata implica que brote algo de fútbol en el inicio de la jugada desde atrás, bien por dentro con el doble pivote, bien por fuera con la conexión de los laterales con los extremos. Y ayer no sucedió ni una cosa ni la otra. Cuando Rakitic la recibía, el juego del Sevilla se iluminaba. Pero alrededor nadie tuvo su noche con la pelota en los pies. Ni M’Bia, ni Iborra, ni Vitolo, ni Reyes. Y mucho menos Bacca, que falló dos goles groseros, sobre todo el primero.