Más allá del mayor o menor acierto (el equipo de Emery enumeró muchas más ocasiones que el jueves, con dos postes y una milagrosa parada de Casilla), plantear dos partidos distintos ante un mismo rival con sólo cuatro días de diferencia obliga a un ejercicio de estudio importante, tanto del equipo contrario como del propio.
El Sevilla apostó por otro plan y, en el cómputo global, funcionó, pero el manejo y el control de la situación con superioridad (numérica y en el marcador) no fue buena por mala ejecución de las transferencias entre sistemas.