Que Rakitic tiene un enorme peso específico en este Sevilla y su ausencia siempre la va a acusar el equipo es innegable. Y que ayer fracasó el plan de Unai Emery para paliar la baja del suizo-croata, también. Ernesto Valverde teje una tupidísima red en el centro del campo y por ahí suele llevarse el agua a su molino. Era fundamental, pues, que el doble pivote sevillista se hiciera fuerte en los balones divididos, en la anticipación, en la ocupación de los espacios. Por eso llamó la atención que Iborra, el mejor en Friburgo y en buen estado de forma, se quedara en el banquillo. Y también era vital, para que el plan sin Rakitic cuajara, que los tres mediapuntas trabajaran para juntar las líneas y para que el rival no creara superioridad en la sala de máquinas. Y ahí, Vitolo -precipitada su vuelta- y Reyes naufragaron. Con su frialdad sin el balón y su fútbol inconstante, poco hicieron por evitar que los leones se enseñorearan del pasto. Al otro lado de las trincheras, Muniain hizo lo que el canario o el utrerano no hicieron: aparecer en zonas interiores para asociarse con los medios y ayudar a tener la pelota para percutir.