Impotencia. Ésta fue la palabra que mejor definió el estado de ánimo con el que el Sevilla se marchó del Camp Nou, donde mereció llevarse un punto después de igualar un 2-0 y ver cómo, otra vez, Muñiz Fernández, se entrometió en su camino anulando un gol legal. El plan de Emery fue claro desde el tañido inicial, y sus jugadores fueron madurando el partido, siempre con mucha fe, hasta que pudieron establecer el empate y meter el miedo a un Barcelona que al final acabó llevándose los tres puntos. Habrá que ver cómo digiere ahora este revés un Sevilla que hizo méritos suficientes para llevarse un botín que hubiese supuesto una importante inyección de moral por la buena imagen ofrecida. Sobre todo, en la segunda mitad.