La noche del 29 de enero de 2003 fue el punto de partida para que la afición sevillista se echara a temblar cada vez que un colegiado engominado era designado para dirigir al Sevilla. Aquella noche se celebraba la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey en un Sadar completamente nevado. El colegiado de aquella noche no era otro que César Muñiz Fernández, que no sólo obligó a jugar en un terreno de juego que se asemejaba a una pista de patinaje, sino que, con un arbitraje tremendamente casero, expulsión de Torrado incluida, fue determinante para la eliminación del Sevilla.