En las sesiones, la exigencia va al máximo, y para ello es necesario motivar al futbolista, a veces a través de la ofensa. «Créame que no sucede eso, no hay fantasmas sobre eso, yo no dejo ver mis entrenamiento por si se conoce la táctica. Eso no es problema. Si tengo problema porque quiero que el entrenamiento sea exigente y para desarrollarlo así y tiro para arriba, a veces a los jugadores hay que ofenderlos. Eso genera una tensión que si alguien de fuera lo ve, el comportamiento del entrenador y el jugador ya no es el mismo».